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Economía circular de la A a la Z en un proceso productivo de pavimentos

Proceso productivo de pavimentos

Cuando hace más de 400 años, en la llanura castellana, un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor, confundía los grandes pero humildes molinos de cereal con seres gigantes, no iba del todo desencaminado. Y es que hoy, en el siglo XXI, estos molinos, transformados en modernos aerogeneradores nos permiten conseguir avances en el campo de las energías renovables que ni dioses como Eolo hubiera imaginado en esos tiempos. Son así, auténticos gigantes de la energía.

Y es que aquello que hace 40 ó 50 años era sólo una quimera, se ha convertido en los últimos tiempos en paisaje cotidiano. Y las expectativas a este respecto son cada vez mayores ya que de forma continuada se insta a los gobiernos al uso de energías renovables en campos como las manufacturas o el transporte.

Sostenibilidad en los procesos productivos

En las industrias relacionadas con el mundo de la construcción llevamos años, por no decir décadas, dando una importancia creciente a la sostenibilidad desde diversos aspectos, y uno de ellos, y no menor, es el de la gestión de la energía. Al considerar el impacto que un determinado material causa en el medio ambiente no sólo se deben considerar los residuos o su efecto directo en la calidad del aire para los usuarios, sino que es imprescindible tener en cuenta el impacto en la gestión de recursos en todo el ciclo de vida, desde su diseño, hasta el fin de su vida útil.

Cada vez son más los sellos medioambientales (LEED, Breeam…) que solicitan una Ficha de Declaración Ambiental y Sanitaria (FDES) que, entre otra información, evalúa el impacto de carbono en cada etapa de la vida del producto. Esta política permite que los ingenieros de las empresas fabricantes puedan establecer objetivos de diseño ecológico pertinentes y que los usuarios finales puedan evaluar el impacto medioambiental de los diferentes productos de construcción.

Otra acción importante que tiene que ver con la producción y la minimización de la huella de carbono consiste en la producción lo más local y próxima al usuario. Este es un aspecto que también se contempla en las certificaciones medioambientales y que los fabricantes nos preocupamos en cumplir para tener una visión más próxima de los mercados.

Gestión de la energía y certificaciones

Los centros de producción de nueva generación se diseñan, ya desde su concepción, en forma totalmente ecológica, lo que se refleja en la eficiencia energética y en el tratamiento intensivo de materiales reciclados. Un ejemplo es el empleado por Gerflor en su nuevo centro de producción en St. Paul- Trois-Chateaux para el cual, gracias al empleo de un proceso basado en la gravedad, se ahorra un 30% de energía por m2, en comparación con los estándares habituales en la industria.

Es importante que los centros donde se van a producir materiales empleados en construcción industrializada tengan, como mínimo, las siguientes certificaciones:

ISO 9001 (Calidad)

ISO 14001 (Gestión Medioambiental)

ISO 50001 (Gestión de la Energía)

Y también es importante que se pueda certificar, en aras a la responsabilidad social de las empresas, otras certificaciones como la OHSAS 18001 o ISO 45001 para las que se tienen en cuenta los aspectos relativos a la seguridad de los empleados y la salud ocupacional.

Los modernos métodos de fabricación exigen un bajo impacto medioambiental. Materiales como el vinilo pueden procesarse a bajas temperaturas, por lo que la energía necesaria para su producción es relativamente baja en comparación con otros materiales como el metal, el vidrio o la cerámica.

En los últimos años, las empresas hemos venido renovando y modernizando los sistemas de tratamiento de gases de combustión para garantizar un impacto mínimo.

Cada nuevo proyecto industrial debe incorporar también objetivos de mejora del rendimiento acústico que cuenten con las tecnologías más recientes de reducción de ruido. Toda la electricidad usada por los centros de producción debe tender al uso de energías renovables, en particular eólica o de paneles solares.

Es importante encontrar la energía para consumir menos. En los próximos años los sistemas de calefacción y refrigeración industrial de nuestros centros de producción deben ser sustituidos por sistemas de mayor eficiencia energética. El diseño de las nuevas líneas de producción y la reingeniería de los recursos existentes deben permitirnos reducir el consumo de energía mediante la incorporación de las mejores tecnologías existentes. Con estos métodos puede reducirse el consumo de energía hasta en un 30%.

Se debe controlar también la energía consumida por nuestros transportes. Los antiguos vehículos utilizados para la manipulación de remolques en los recintos fabriles deberían ser sustituidos por tractores eléctricos. Con esta medida se contribuye significativamente a la reducción de emisiones de CO2 en los centros de producción.

Gestión de recursos

También es importante la reducción del consumo de agua que puede conseguirse sobre todo mediante sistemas de refrigeración de circuito cerrado.

Se puede producir al tiempo que se reduce la huella de carbono

En Gerflor, el 57% de los componentes de los pavimentos que diseñamos provienen de fuentes inagotables de origen mineral o bien reciclados. Casi el 60% del vinilo se compone de cloro, que – como la mayor parte de la sal de mesa que utilizamos a diario- se extrae de la sal de roca, y de carbonato cálcico (componente del yeso y de la tiza). Estos materiales están disponibles en grandes cantidades y no están sujetos al agotamiento de recursos.

Es importante aumentar la media de contenido reciclado en los productos de construcción

Los pavimentos y revestimientos murales de vinilo contienen una media del 25% de materiales reciclados. La incorporación de materiales reciclados no debe afectar a la calidad y al rendimiento del producto final. En muchos casos algunos de los productos más técnicos pueden contener más de un 50% de materiales reciclados. Todo el contenido reciclado debe cumplir con la normativa europea REACH.

REACH (Registro, Evaluación, autorización y Restricción de Sustancias Químicas) es un reglamento europeo que enumera las sustancias químicas con posible impacto. La lista está gestionada por la ECHA (Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas)

Esta normativa establece que los materiales adheridos a la misma se fabrican

    • Sin metales pesados
    • Sin formaldehidos
    • Sin tintas en base a disolventes
    • Sin PCP (pentaclorofenol)
    • Sin contenido CMR (carcinogénico, mutagénico, reprotóxico)
    • Sin otras sustancias prohibidas por REACH

Upcycling

Consiste en la reutilización de materiales al final de su vida útil para crear productos de mayor calidad o un valor añadido superior al del material original. Un ejemplo de materiales de construcción lo tenemos en el uso de antiguas botellas PET (de las utilizadas para el agua mineral) para convertirlas en fibras textiles que pueden utilizarse como soporte de algunos pavimentos vinílicos. Por cada 4 botellas de PET puede obtenerse 1 m2 de fibra textil.

Conclusión

Hemos visto algunos ejemplos de lo que debería ser una directiva en los procesos de producción para hacerlos así más sostenibles. Todo esto coordinado con un correcto ecodiseño, la adecuada selección de las materias primas, una concepción de producto centrada en la sostenibilidad del usuario y en un enfoque de negocio con una alta calificación en sostenibilidad hacen de la construcción industrializada una opción de futuro para la edificación residencial.

Y así, aquellos molinos de nuestro ingenioso hidalgo nos han ayudado a establecer pasos de gigante en la sostenibilidad de nuestros productos. Aquellos molinos son ahora aerogeneradores que nos ayudan a utilizar energías limpias que son uno de los soportes de los procesos productivos sostenibles.

 

Juan Forniés

Director Técnico en Gerflor Iberia

De la cuna a la tumba: la importancia del Análisis de Ciclo de Vida del ascensor para la sostenibilidad del edificio y su entorno

Sostenibilidad en la construcción

En el Informe anual sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, hace hincapié en que las decisiones y acciones que se tomen a corto plazo determinarán la capacidad de reducir a la mitad las emisiones globales para 2030 y así alcanzar el cero neto para 2050.

El Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas indica que los edificios son el origen de casi la mitad de todo el uso global de energía, produciendo el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero, y consumiendo el 25% de toda el agua potable. Asimismo, son responsables del 20% de todos los residuos sólidos producidos en los países desarrollados. En el ecosistema de la edificación, los sistemas de elevación y medios de transporte vertical en general, representan entre el 3-8% del consumo energético de los edificios en los que se integran. De ahí que los ascensores pueden -a través del establecimiento de medidas para mejorar su eficiencia energética-, contribuir a disminuir las emisiones de CO2 en el medioambiente.

En un escenario como el que acabamos de describir, conceptos y metodologías como el Análisis de Ciclo de Vida de producto, adquieren cada vez más relevancia, ya que permiten medir y mejorar el impacto ambiental de un elemento como los ascensores, con el foco siempre puesto en contribuir a un modelo de edificación más sostenible.

Análisis del ciclo de vida

Hasta hace pocos años, el concepto de Análisis de Ciclo de Vida no estaba integrado en los procesos productivos. La industrialización empezaba y acababa en las puertas de cada una de las industrias/empresas. Sin embargo, hoy en día, las políticas ambientales adoptadas por los Estados miembros nos obligan a mirar mucho más allá del perímetro de cada una de las fábricas en las que trabajamos.

El Análisis de Ciclo de Vida del ascensor, como elemento integrado en un edificio, permite la identificación de los principales impactos ambientales que le afectan (vertidos, residuos, emisiones a la atmósfera, consumos de materias primas y de energía), considerando-a su vez- todas las etapas de su ciclo de vida; desde su origen, es decir, la extracción y procesado de las materias primas, pasando por su producción/transformación, transporte y distribución, y continuando hasta el uso, mantenimiento, reutilización, reciclado y disposición en vertedero al final de su vida útil.

Del Análisis de Ciclo de Vida del ascensor se desprende que las fases de mayor impacto ambiental se encuentran relacionadas con las materias primas y con la propia utilización del ascensor.

Durante la fase de utilización del ascensor, y de un modo específico en su consumo energético, influyen un gran número de factores, tales como la capacidad del aparato, su velocidad, el peso de la cabina, la frecuencia de su uso, etc.

La norma de referencia para medir la eficiencia energética de ascensores es la ISO 25745. Dicha norma define 7 clases de consumo, que van desde la A hasta la G en relación al desempeño energético del ascensor, siendo el A el sistema más eficiente. Son dos datos fundamentales a la hora de determinar la clase de consumo de un ascensor: la energía utilizada para un trayecto de referencia y la energía requerida en el modo stand-by. A partir de ahí, el resultado final de la clasificación dependerá del tipo de edificio en el que se integre, el recorrido que realice el aparato en cuestión, y su frecuencia de utilización y carga.

En conclusión, la instalación de ascensores con una clasificación energética A, garantiza un consumo energético eficiente y por tanto contribuye a la sostenibilidad del edificio y su entorno.

Declaración ambiental de producto (EDP) – Materias primas

Entrando en materia relativa al impacto ambiental generado por la gestión de las materias primas, la Declaración Ambiental de Producto (EPD) es la herramienta que nos permite identificar -entre otras- las características asociadas a las materias primas utilizadas en la elaboración de un producto. Dicho análisis incluye datos de proveedores que dan como resultado un cálculo de toneladas equivalente de CO2.

Por tanto la Declaración Ambiental de Producto es el documento que informa de manera objetiva sobre el impacto ambiental asociado a un determinado material o producto, en este caso, la construcción de un ascensor. De esta manera, la EPD cuenta con registros de todas las materias primas utilizadas en el proceso de elaboración/transformación del aparato, sus componentes, peso, proveedor, tipo de transporte, etc. que son en definitiva la base para la definición y establecimiento de criterios ambientales de compra.

En otro orden de cosas, otro factor que nos ayuda a establecer criterios ambientales de compra dentro de la política de compras de la organización, es el modelo de Economía Circular, así como el proyecto de Compra Verde Privada. De este modo, simples actuaciones como la exigencia de etiquetas ecológicas en los productos químicos utilizados, el uso de materiales reciclados, la utilización de las mejores técnicas disponibles, la eficiencia energética en dispositivos eléctricos y electrónicos, la garantía de origen y trazabilidad en envases y embalajes de madera y cartón, la carencia de sustancias SVHC (Substances of Very High Concern) en las materias primas adquiridas y un largo etcétera, son actuaciones que permiten reducir significativamente el impacto ambiental de todo el proceso de compra.

Sumado a todo ello y circunscrito al ámbito de la edificación, es común que para la obtención de sellos ambientales como LEED (Leadership in Energy and Environmental Design) o BREEAM (Building Research Establishment Environmental Methodology), se pueda demostrar el potencial de reducción del impacto sobre el medio ambiente mediante una EPD de un ascensor. En el caso de que la instalación cumpla con los requisitos establecidos por el sello ambiental, esto es bonificado mediante la obtención de puntos para alcanzar el nivel de certificación final de todo el edificio.

De la cuna a la tumba: la importancia del análisis del ciclo de vida del ascensor para la sostenibilidad del edificio y su entorno

A lo largo de este artículo se ha incidido sobre las fases de uso y compra de materia prima del ascensor, ambas claves para la reducción del consumo energético e impacto ambiental.

No obstante, el Análisis de Ciclo de Vida de un producto – desde la cuna hasta la tumba- examina todas las etapas del ciclo de vida del producto desde la obtención de las materias primas hasta la gestión de los residuos al finalizar su vida útil. Solamente desde esta premisa, implantando una metodología que abarque el proceso en su totalidad, seremos capaces de reducir con un mayor alcance el impacto medioambiental del edificio y su entorno.

Bajo el prisma del concepto integrador de la sostenibilidad, cohabitan junto con el cuidado del medio ambiente, elementos como la búsqueda del necesario equilibrio entre el crecimiento económico y el bienestar social, con el objetivo final de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer a las generaciones futuras.

Trabajando desde hoy, trazamos y aportamos una estrategia de futuro en el que los edificios y todo lo que engloba a estos, jugarán más que nunca un rol fundamental en el objetivo compartido de crear un mundo más equilibrado, justo y sostenible.

 

Jon Ander Santos,

Técnico de gestión ambiental, Orona

Net zero en la construcción: un factor de cambio ineludible

Net Zero en la construcción

“La emergencia climática es una carrera que estamos perdiendo, pero es una carrera que podemos ganar. La crisis climática está causada por nosotros y las soluciones deben venir de nosotros. Tenemos las herramientas: la tecnología está de nuestro lado”.

Con estas palabras, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, dio apertura a la Cumbre de Acción Climática celebrada en Nueva York en septiembre de 2019. Debemos pasar de ser causantes del problema a ser parte de la solución, la fórmula parece ser sencilla, no obstante, requiere de la unión de esfuerzos, conocimientos y experiencia, pero sobre todo del compromiso y colaboración de todos los sectores de la economía y de la sociedad, acompañados de políticas y normativas claras, de forma que sea posible generar soluciones, traccionar y vertebrar el cambio para alcanzar cero emisiones netas de carbono, lo que la comunidad internacional ha venido llamando ‘Net Zero’.

El cambio climático, un reto para abordar desde una perspectiva “glocal”. La adopción de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París en el 2015, marcan un punto de inflexión global, en el que por primera vez en la historia de la humanidad se ha conseguido un acuerdo a nivel mundial para actuar de forma definitiva ante dos de los desafíos más importantes de este siglo: lograr el desarrollo sostenible y abordar el problema del cambio climático, la mayor amenaza medioambiental para la vida del planeta Tierra.

¿Por qué el término glocal? “El concepto Glocal en su acepción económica se define como el comportamiento de la unidad económica, individual o colectiva, que se muestra proactiva a planteamientos globales que implican una acción consecuente a nivel local. Su expresión práctica se centra en la adaptación y toma en consideración por parte de las empresas de las particularidades de cada territorio para desarrollar las estrategias de producción y consumo más proclives y ajustados a los usos y costumbres de la demanda local” (Garoz López, 2016). Sin ir más lejos, y asociando la exposición anterior al problema que nos atañe, esta definición se corresponde de forma directa con el conjunto de acciones que estamos desarrollando y ejecutando a nivel país, provincia, comunidad autónoma, empresa, sociedad y persona, gestionando, fortaleciendo y favoreciendo capacidades internas “locales” para abordar un problema global como lo es el cambio climático. A nivel de empresa, solo será posible lograrlo a través de la creación de ecosistemas de innovación abierta y la colaboración entre todos los agentes involucrados en la cadena de valor del negocio, de forma que el proceso de diseño, desarrollo e implantación de soluciones permita fomentar nuevos esquemas de pensamiento, integrar nuevas metodologías y vertebrar el cambio de forma orgánica a través de la gestión e intercambio del conocimiento.

Ahora bien, centrando la atención en el sector construcción, tanto en obra nueva como en rehabilitación, como bien es sabido, representa casi el 40% de todas las emisiones de carbono relacionadas con la energía en el mundo, lo que nos convierte en el sector con mayor impacto en este ámbito. De igual forma, también es importante reconocer que es posible reducir las emisiones de CO2 al tiempo que promovemos el crecimiento de la compañía y, como contrapartida, sobre las personas y el planeta, potenciando el triple impacto positivo: económico, social y medioambiental. Pero, para ello, se requiere avanzar más allá del enfoque tradicional hacia una nueva visión, progresar hacia la industrialización del sector y la creación de edificios más sostenibles. En adición a lo anterior, cabe destacar que los cambios constantes en el entorno y el aumento de los desastres ambientales dificultan la concepción de que la misma naturaleza sea capaz de guiarnos en la transición hacia el net zero (Kaya Axelsson, 2021), por lo que será necesario un trabajo proactivo intersectorial, científico de investigación e innovación, que facilite la definición del camino y consecución de los objetivos.

El sector de la construcción es un sector muy heterogéneo que depende de una gran cantidad de materiales, cada uno de ellos con cadenas de suministros largas y complejas (WorldGBC, 2019), por lo que lograr una cadena de valor eficientemente conectada que consiga reducir las emisiones a través de todo el ciclo de vida del producto y que permita obtener como resultado una edificación de calidad, rentable para el promotor y asequible para el inquilino, ha sido uno de los retos más importantes y la misión principal de ÁVIT-A. Nuestro primer paso en el proyecto ha sido crear un espacio de innovación abierto y colaborativo que integra un conjunto de grandes empresas multisectoriales de reconocimiento internacional, que han desarrollado y continúan desarrollando un trabajo coordinado y en conjunto con nuestros equipos, con el objetivo de adaptar, diseñar y estandarizar soluciones para facilitar la transición hacia el net zero.

Como segundo paso y uno de los más importantes, hemos definido ÁVIT-A System como nuestra base para desarrollar la metodología, estandarizar métricas e implementar un sistema de gestión y control en toda la cadena de valor para lograr nuestros objetivos hacia el net zero. Hemos comenzado por la evaluación de la eficiencia energética del edificio diseñado bajo el sistema constructivo de ÁVIT-A System que integra las soluciones relativas a materiales, instalaciones y buenas prácticas técnicas desarrolladas por nuestro ecosistema de partners y nuestros equipos de trabajo. Gracias a ello, hemos conseguido unos valores de mejora muy altos por mayor aislamiento, estanqueidad e inercia térmica respecto de una construcción tradicional.

Ahora bien, para que todo lo anterior tenga sentido, es necesario recuperar el valor del dato y de la información a lo largo de todo el proceso, así como de la ciencia aplicada en las metodologías de cálculo, interpretación y reporting de la información para otorgar la rigurosidad y transparencia pertinentes, partiendo desde el modelo BIM del proyecto. De esta manera, el siguiente paso será establecer los objetivos específicos hacia el NET ZERO de cada uno de los productos de ÁVIT-A, definir e implantar el sistema de seguimiento y control, procesos y procedimientos e incluir estos en la plataforma tecnológica de la construcción industrializada, ÁVIT-A Nexus. Asimismo, será imprescindible la adecuación de la estructura de la organización y desarrollo de las capacidades internas para acometer con éxito los objetivos planteados, teniendo como objetivo final integrar el sistema global de la construcción industrializada como el catalizador del sector hacía el net zero.

 

Diana Carolina Flores

Responsable de Sostenibilidad, Grupo Avintia

Economía circular y ética: reflexiones de un nuevo paradigma

Economía circular y ética

Tenemos un único planeta, del cual la humanidad se va abasteciendo.

Érase una vez un rey en su castillo, que vivía en un mundo maravilloso, lleno de vida, montañas, ríos y animales. Todo el mundo era feliz y se vivía en armonía con el entorno.

El rey, para conseguir el “progreso”de su pueblo, comenzó a diseñar procesos con el objetivo de que los habitantes de su reino tuvieran acceso a mayor cantidad de productos, recursos y una vida mejor. La gente comenzó a comprar estos nuevos productos y servicios, pero cada vez los querían con mayor inmediatez, lo que generó tensiones en el reino. El rey no era capaz de atender las demandas de sus habitantes, pero, entonces, descubrió el petróleo como una fuente de energía que le permitía alcanzar mayor productividad y crecer cada vez más y más. Comenzó a construir grandes autopistas e infraestructuras para que estos productos cada vez se pudieran entregar más rápido.

El planeta le ofrecía todo lo que necesitaba para ese crecimiento rápido, no había límites y la gente de las poblaciones pequeñas comenzó a viajar y asentarse en este nuevo reino donde todo se podía tener…

La historia de una economía depredadora en energía y recursos comienza de esta manera. Todos somos habitantes de ese reino desde hace muchos años (probablemente desde la era industrial), pero hoy los indicios indican que, o cambiamos nuestra forma de utilizar los recursos, o llegaremos al colapso de la humanidad. Es por esto por lo que la sostenibilidad está hoy en boca de todos. Este término puede resultar muy ambiguo ya que engloba multitud de aspectos como, por ejemplo, las emisiones de gases de efecto invernadero, los residuos, los vertidos, el consumo de recursos, la eficiencia energética, el cambio climático, la economía circular, la pobreza energética… Hoy todo ha de ser sostenible y todo el mundo se apunta a la moda. Pero el que todo el mundo hable de sostenibilidad obliga necesariamente a los mercados, fabricantes, diseñadores y legisladores a integrar estos conceptos en sus desarrollos.

Hoy vivimos en una economía líneal de producir, usar y tirar, pero el paradigma de este modelo está llegando a su fin y debemos abordar un modelo conocido como economía circular que no es más que un modelo basado en reducir, reusar y reciclar.

Para entender bien la esencia del concepto de economía circular tenemos que tener claro que cada año el planeta produce una serie de recursos que la humanidad va consumiendo (agua, energía, materias primas, etc). Tenemos un único planeta, del cual la humanidad se va abasteciendo. El 29 de julio de 2021, la humanidad consumió todos los recursos que el planeta es capaz de producir durante el total del año. Este fenómeno, calculado por la organización internacional sin ánimo de lucro Global Footprint Network (GFN), significa que, durante este año, la humanidad consumirá el equivalente a 1,7 planetas de media. Por lo tanto, el balance total demuestra que la humanidad está en números rojos y tiene en su cuenta lo que se conoce como “deuda ecológica”, que se hace patente en la pérdida de biodiversidad y la presencia de fenómenos meteorológicos cada vez más potentes y más frecuentes.

Esta deuda ecológica se mantiene en España al menos desde 1961, año en el que Naciones Unidas empezó a recopilar esta serie de datos, y no se ha reducido desde entonces.

Todo lo anterior nos debería llevar a reflexionar. En los países desarrollados vivimos en una sociedad cada vez más globalizada, en la que durante los últimos años se ha primado la cultura del consumo de bienes y objetos con un crecimiento exponencial. Pero… ¿es ético relacionar economía, crecimiento y sostenibilidad?

Según expresa la Agencia Europea del Medio Ambiente, en su publicación “Growth without economic growth”, el crecimiento económico, tal y como lo entendemos hoy en día, está vinculado al aumento de la producción, el consumo y el uso de recursos y tiene efectos perjudiciales para el medioambiente y la salud humana. Es poco probable que pueda lograrse una disociación absoluta y duradera del crecimiento económico y las presiones e impactos medioambientales a escala mundial, por lo que las sociedades deben replantearse qué se entiende por crecimiento y progreso y su significado para la sostenibilidad global.

Incluso si en los países desarrollados consiguiéramos implementar sistemas de economía circular que nos permitieran llegar a un equilibrio entre lo que el planeta es capaz de producir y lo que necesitamos, ¿sería ético pedir esto mismo a los países en vías de desarrollo? Es evidente que la huella ambiental está íntimamente relacionada con los modelos de desarrollo socioeconómicos, pero si atendemos a las macrotendencias, esto no es solamente una cuestión relacionada con los países ricos. A nivel global, la esperanza de vida crece, así como la calidad de ésta, con lo que existe una demanda creciente de bienes y servicios en todo el mundo que dará como resultado un incremento de la demanda de materias primas a nivel global. Esto, unido a un incremento de la población mundial en los próximos años, nos obligará a un cambio de paradigma absoluto ya que solamente tenemos un planeta.

Este cambio de paradigma tendrá que ir ligado a modificaciones no sólo en las prácticas sociales y el consumo, sino también a cambios tecnológicos que hagan posible poner en práctica la economía circular en más y más sectores, entre ellos el de la construcción. El sector de la edificación y la construcción es un actor clave: por ejemplo, en 2017 representó el 36% del uso de energía final y el 39% de las emisiones relacionadas con la energía y los procesos.

Si bien en los últimos años se han producido (y se seguirán produciendo) grandes avances en la etapa de uso de los edificios para hacerlos más confortables y eficientes, es fundamental que sigamos poniendo el foco en la etapa de producción y construcción y también en el fin de vida de los componentes que forman nuestras construcciones, aplicando el concepto de economía circular a todas las etapas del ciclo de vida del edificio.

Esto supondrá desviar cada vez más materiales del flujo a vertedero y elevar la tasa de recuperación de los residuos de construcción y demolición por encima del 70% marcado por la directiva europea (2008/98/CE) y sus posteriores modificaciones para 2020. Por ejemplo, en España se producen al año 130.000 toneladas de residuos de Placa de Yeso Laminado (PYL). El yeso es un material 100% reciclable que puede ser reciclado infinitas veces, por lo que, con la instauración de los procesos adecuados para su reciclaje, se puede obtener un nuevo material que mantiene las mismas

cualidades y garantías que el inicial. Esto permite reintroducirlo nuevamente en el mercado, reduciendo el consumo de recursos naturales y preservando el medio ambiente. Estos motivos son suficientes para impulsar la necesaria elección de materiales reciclables y reutilizables siempre que sea posible. Aunque esto es sólo un ejemplo, será obligación de todos los agentes implicados en la construcción que la circularidad de nuestras edificaciones sea una realidad para conseguir la reducción de las emisiones y la energía consumida por nuestro sector.

Mari Luz Jimeno,
Responsable en la Oficina Técnica de Saint-Gobain ISOVER y Placo

Necesitamos cambios disruptivos

Construcción y sostenibilidad

Fundación ECODES busca el bienestar para todas las personas dentro de los límites del Planeta y su misión es buscar cómplices en todos los sectores de la sociedad para construir alianzas y lograr así acelerar la transición justa hacia una economía que, al fin, haga las paces con la naturaleza.

Estamos viviendo una encrucijada planetaria. Los científicos del clima nos advierten en sus informes que debemos construir una economía neutra en carbono lo antes posible. Esta década es decisiva. Y nosotros mismos, personas comunes que ven una y otra vez cómo se suceden fenómenos atmosféricos extremos en uno y otro continente, tenemos la misma convicción.

Se multiplican los mega incendios, las mega inundaciones, las mega sequías. En los informativos, cuando los reporteros recogen testimonios de las víctimas de estas catástrofes, hay una expresión muy repetida: “No habíamos visto nada igual”.

Este estado de cosas ha movilizado la opinión pública mundial y hoy tenemos un “Programa Común de la Humanidad”: los 17 ODS y el Acuerdo de París. Esta doble agenda nos acerca al gran objetivo del siglo XXI: construir una economía que, al fin, haga las paces con la naturaleza.

Nos hemos puesto de acuerdo, pueblos y gobiernos del mundo, en que ésta es la tarea común de nuestra generación en este momento de la historia. En este desafío planetario, Europa ha asumido un gran liderazgo. El año pasado, la Comisión Europea anunció que quería ser el primer continente neutro en carbono para el año 2050 y posteriormente comunicó su objetivo de reducir las emisiones europeas un 55% para el año 2030.

Estos ambiciosos y necesarios logros no se pueden cumplir si no asumimos una cultura de corresponsabilidad. Cada cual debe aceptar su cuota parte en el cambio, que debe ser proporcional a su responsabilidad como co-causante de la emergencia climática. Por eso el sector de la edificación y la vivienda, que empieza retrasado esta carrera hacia las emisiones netas cero, afronta un gran desafío.

La inmensa mayoría de los edificios de viviendas en España son despilfarradores de energía y dan la espalda a las energías renovables. Un dato impresiona: en Alemania existen 1,4 millones de tejados solares y en España, el país de Europa con el mayor potencial solar, hay… solo unos 10.000.

La movilidad y la vivienda son dos grandes sectores que explican que las emisiones difusas en España se resistan a bajar. En la movilidad se están produciendo cambios rápidos. La Unión Europea ha anunciado que a partir del año 2035 ya no se podrán vender vehículos con motor de combustión. Las empresas automovilísticas están acelerando su transformación. La revolución de la movilidad está en marcha. Sin embargo, el sector de la edificación, en general, camina, pero no corre.

El ritmo de rehabilitación con criterios ambientales y sociales de las viviendas en España es desesperantemente lento. Se rehabilitan de forma integral unas 25.000 viviendas al año, un 0,1% de las existentes. El dato está muy lejos de la tasa de renovación del 2% que recomienda la UE.

El Plan de Recuperación va a suponer una aceleración, pero ganar velocidad no solo es un tema de dinero. Si queremos que esta década sea decisiva, debemos hacer las cosas de otra manera, debemos hacer cambios disruptivos. Algunos de ellos son legales; otros, culturales; y otros, tecnológicos. Uno de los cambios tecnológicos más prometedores, en mi opinión, es hacer una construcción más industrial, menos artesanal. Eso será bueno para el medio ambiente: para reducir las emisiones de carbono, para generalizar las energías renovables, para facilitar el despegue de la electromovilidad, para aumentar la durabilidad de las edificaciones, para facilitar la reutilización de los elementos constructivos… También puede ser bueno para lograr viviendas más saludables, con más confort. En la pandemia, en su forzado confinamiento, hemos visto cómo porciones significativas de la población no disfrutan de viviendas saludables. También creo que esa construcción más industrializada será buena para un gran objetivo muy necesario en este país y que debemos afrontar: hacer una transición justa sin dejar a nadie atrás. Las viviendas deben ser más asequibles. No son un bien de lujo, sino uno necesario sin el cual el resto de los derechos se hacen impracticables.

Por último, la construcción industrializada aplicada a la rehabilitación nos puede permitir, a través de soluciones creativas aplicadas a nuestros conjuntos residenciales vulnerables, poner en marcha la tan deseada “oleada de rehabilitaciones”.

He dicho cambios tecnológicos, como si estuvieran separados de los legales y culturales. No hay esos silos. Cambiar la tecnología significa cambiar normativas, cambiar ordenanzas, cambiar hábitos, cambiar rutinas y cambiar prejuicios. No es una tarea fácil. Pero es una tarea necesaria.

El sector de la vivienda y la edificación se enfrenta a un doble desafío con fuertes interdependencias: su neutralidad climática y su circularidad. Debilidad: el peso de la inercia. Fortaleza: la tremenda capacidad técnica y talento que el sector tiene. Es tiempo de actuar y rápido.

 

Víctor Viñuales,
Director Fundación Ecología y Desarrollo

Edificación industrializada, una urgencia y una oportunidad

Edificación industrializada

En estos tiempos escuchamos continuamente hablar de la transformación digital de todos los sectores; y es ciertamente desconcertante, pues debemos reconocer que una parte de la sociedad ya lo está.

Vaya si lo está, no hay más que ver el intenso tráfico de mensajes en las distintas redes sociales, la forma en la que disfrutamos del ocio, el modo en que vemos nuestras series preferidas, viajamos, hacemos nuestras compras o pagamos, incluso, desde nuestros relojes.

Por tanto, no se trata tanto de si es posible o no una transformación digital sino de una voluntad (o quizás cabría decir una motivación) que nos lleve a implementar esos nuevos modos de hacer.

La pandemia ha acelerado todos estos procesos por la necesidad, que es sin duda la mayor de las motivaciones. De repente hemos encontrado no llevar dinero en nuestros bolsillos, tener cada vez menos papel en nuestro día a día, acreditando nuestra identidad telemáticamente, y todo ello lo hemos hecho decididos, entendiendo que, aunque tedioso al inicio, nos facilitaría las cosas. ¿Por qué, entonces, la digitalización y transformación de un sector estratégico es tan compleja?

Será quizás la tradición, la melancólica idea del oficio medieval de la construcción; aunque me temo que se trata más bien del miedo al cambio; ese que llega irremediablemente como observó Heráclito. Y es que es muy difícil generar una revolución (que de eso se trata) y que la emprendan aquellos que no quieren dejar de hacer las cosas de la única manera que conocen.

En el ámbito de la arquitectura, a finales de los años 80 del siglo pasado, el CAD inició su implantación en los estudios y se enfrentó a esta misma situación, el cuestionamiento de su viabilidad por aquellos que hasta ese momento trabajaban con estilógrafos a tinta china y papel vegetal. Los argumentos, que el coste era un grave impedimento, pues los proyectos dejaban de ser rentables debido a tener que

invertir en ordenadores y en personal especializado… ¿nos suena? Hoy lo recordamos con cierta ternura, pues realmente estaba cambiando de manera radical e irrevocable la forma de hacer un proyecto. Pero es interesante recordar aquello, pues supuso la reconversión completa de procesos, y de una profesión, los delineantes; y ello no generó desempleo, al contrario, se avanzó hacia modelos de mayor calidad laboral, con una mayor capacitación.

En este Libro Blanco sobre la industrialización de la edificación se mencionan profunda y detalladamente las ventajas que ello traerá al proceso y al producto terminado, por lo que no abundaré en ello. Pero sí cabe enfatizar que, además, estamos en un momento crucial para conseguir que la construcción sea un motor de empleo más estable, profesionalizado, inclusivo y transversal.

Reconvertir la edificación en un sector a la vanguardia de la tecnología, con nuevos materiales (en nuestro laboratorio de la ETSIE estamos fabricando hormigones de ultra alta resistencia-UHPC- con más de 150 N/mm2 de resistencia, testando armado con fibras con un límite elástico seis veces superior al del acero, etc.), la implementación de metodologías BIM y LEAN, va a provocar un salto cualitativo en este ancestral sector que lo hará “visible” a esas nuevas generaciones que consideran el trabajo en obra muy duro (porque lo es), sucio y, en fin, poco glamouroso, si se me permite la licencia.

La actual falta de mano de obra (tradicional) es alarmante y pone en riesgo los nuevos proyectos inmobiliarios. Desde la Cátedra Observatorio de la Vivienda de la UPV se estima que los costes derivados de esta escasez de mano de obra cualificada, unido al relevante aumento en el precio de las materias primas, puede suponer una distorsión en el sector ante la imposibilidad de repercutir esos importes al precio de venta. Con los datos del 3T2021 que manejamos en la Cátedra, el mercado inmobiliario está en un delicado equilibrio, inmerso en una recuperación que se ha visto alterada por la pandemia, pero que en modo alguno puede caer en el error de imputar los sobrecostes al cliente final, pues peligraría la comercialización de los inmuebles.

La forma de gestionar los proyectos inmobiliarios debe enfrentarse de manera muy diferente a la que ha venido siendo habitual, pues es extremadamente sensible a cambios coyunturales. No tiene sentido que los agentes que construirán una edificación se “conozcan” cuando va a empezar la obra. Ya es tarde para demasiadas cosas, entre ellas, garantizar los tres pilares: calidad, plazo y precio.

Se debe optar cuanto antes por implementar el contrato colaborativo IPD (Integrated Project Delivery), industrializar los procesos, aplicar metodología BIM y filosofía Lean Construction, y hacerlo desde el inicio del planteamiento de viabilidad de la operación inmobiliaria, mucho antes de iniciar el modelado del proyecto. Propiedad, arquitectos, ingenieros, constructora, fabricantes, proveedores y consultores deben,

de manera conjunta, dar forma a ese gemelo digital parametrizado que será garantía de éxito. Cuanto más proceso industrializado haya y menos trabajo artesanal en el “tajo” de obra, más posibilidades de cumplir con los objetivos iniciales. En las universidades ya se trabaja para adaptar los nuevos planes de estudios a estos escenarios cambiantes, y lo deberíamos hacer planteándonos cómo será nuestro sector no mañana sino en 30 años. ¿Podemos imaginar la edificación en 2050? No hace falta aplicar machine learning para intuir que habrá mucha robótica, ensamblado automatizado y poco de “obra sucia”.

La vivienda se está convirtiendo en un lugar muy tecnificado, conectado y sostenible, un hogar digital que se relacionará de manera autónoma con el entorno construido, a través de IoT (Internet of Things) y las tecnologías 5G. Una edificación totalmente sensorizada; en la ETSIE estamos investigando con sensores conectados para prevenir la oxidación en elementos estructurales, detectores de olores o “sabores” -mediante lenguas electrónicas-, etc. que ya anticipan cómo las viviendas van a autorregularse sin necesidad de intervención humana. ¿Realmente alguien cree que en estos escenarios caben procesos constructivos que dependen de la formación y criterio de mano de obra no profesionalizada o gestión de proyectos obsoletos?

El empleo que se precisa, hacia donde se debe orientar la Formación Profesional de los futuros trabajadores del sector, es un perfil mucho más especializado, que trabajará en condiciones estables, bajo techo y con procesos estandarizados, con un salto cualitativo en PRL y conciliación laboral -consecuencia de no tener que improvisar equipos por cercanía a las obras-, que permitirá una mayor inserción de la mujer en todos los procesos y, en definitiva, será más transversal, pues no diferirá tanto de otros procesos de sectores que pasarán a ser afines (crear espacios para utilizarlos en viviendas, hoteles u hospitales será similar a prepararlos para ser dispuestos en embarcaciones o en zonas de emergencia).

Y esto no debe ser considerado como una amenaza para la Arquitectura, que ya imagino ese nuevo frente. No, es todo lo contrario, es una extraordinaria oportunidad de manejar otros elementos en el proceso creativo que permitirán que la materialización del gemelo digital en realidad construida tenga menos incertidumbre y mayor calidad. El debate acerca de su coste ya lo hemos vivido, como se ha mencionado. Ha sido cuestionado siempre que la inversión se hacía en Calidad, sin un retorno inmediato. Pero ya nadie discute que mejorar los procesos, asegurar los estándares fijados y hacer que todo encaje es la mejor inversión en cualquier industria. Y la edificación no será menos, pues, no en vano, habremos pasado de medir en centímetros a hacerlo en milímetros.

Fernando Cos-Gayón López,
Director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Edificación de la UPV.

La reconversión, otra vez

Sostenibilidad en la construcción

Hace ya muchos años, me tocó vivir la primera gran reconversión industrial de nuestro país. A principios de los ochenta del siglo pasado, pasé de ser abogado laboralista a Secretario General de la UGT en el País Vasco.

Hace ya muchos años, me tocó vivir la primera gran reconversión industrial de nuestro país. A principios de los ochenta del siglo pasado, pasé de ser abogado laboralista a Secretario General de la UGT en el País Vasco.

Habíamos comenzado las primeras protestas sindicales contra la llamada “Reconversión Industrial” que cerraba Astilleros y Acerías y reducía la capacidad productiva de unas industrias metalúrgicas obsoletas, que competían muy mal con las fábricas semejantes de otros países, lanzados a su desarrollo industrial, con gran voracidad técnica y laboral (Corea, Brasil, India etcétera). De encabezar las manifestaciones contra aquellas reducciones drásticas de plantilla y cierres industriales, me tocó pasar a representar al Gobierno de España como Delegado en el País Vasco cuando el PSOE ganó las elecciones de 1982. Aquel gobierno de Felipe González, (Boyer, Solchaga, etcétera), lideró la gran reconversión de la industria española y la gran modernización de su economía. No fue fácil. A veces, mirando al Bilbao del siglo XXI me pregunto si alguien recuerda que esta ciudad es hoy un modelo en el mundo de transformación urbana precisamente porque antes hicimos aquella reconversión de su industria achatarrada y de su viejo puerto urbano.

Viene todo esto a cuento de la Reconversión de la Construcción de viviendas que, curiosamente, España no ha abordado a pesar de ser algo habitual en otros países de Europa. He vivido los últimos 10 años en Bruselas y he viajado a Francia desde que era muy joven. Creía que nuestras viviendas eran más sólidas, mejor terminadas, más manualmente trabajadas. Quizás fuera así, pero me pregunto a qué coste. Quizás empleamos más mano de obra, pero, ¿en qué condiciones? Viajé este pasado mes de junio de Bruselas a Barcelona en coche y paré en Lyon. Al lado del hotel donde me hospedé estaban construyendo un nuevo edificio. Me fijé en que las fachadas eran colocadas con una gran grúa que se limitaba a colocar grandes paneles de prefabricados con sus huecos preparados para el montaje posterior de las ventanas. Pensé que este tipo de construcción no se veía todavía en España.

Expreso estás líneas en este libro blanco porque creo en esta renovación técnica, en esta reconversión de la construcción de nuestro país hacia la construcción industrializada y de paso, claro, hacia la sostenibilidad de este importante sector económico en nuestro país.

Importante no solo por la dimensión cuantitativa, es decir, por su impacto en el empleo y en el PIB del país, sino especialmente porque la vivienda se ha convertido en un elemento nuclear de nuestra política social y es objeto hoy de un debate inaplazable sobre un Derecho cuya concreción y materialización, depende también de los precios de construcción, además, claro está, de las políticas para su promoción.

Hasta qué punto esta reconversión hará más fácil, más rápida y más barata la construcción, es algo que no puedo calcular, aunque presumo que así será. Y eso será bueno para incorporar a nuestro debate social, esta variable técnica, cuando un Ayuntamiento a una Comunidad planifiquen la construcción de vivienda social o cuando los promotores prevean soluciones constructivas a demandas sociales inaplazables, como son la vivienda de alquiler barato o las residencias de mayores o tantas otras que están en nuestra agenda social pendientes de propuestas políticas todavía no suficientemente concretadas.

Pienso por ejemplo en la necesidad de viviendas para que nuestros jóvenes se emancipen de sus familias mucho antes de lo que lo hacen. Una de las anomalías de nuestro país respecto a Europa es que nuestros jóvenes abandonan el hogar familiar aproximadamente ocho años más tarde que en la mayoría de los países de Europa. Por supuesto, el problema es multidisciplinar y la alta tasa de paro juvenil es una de las razones de este afincamiento forzoso de nuestros jóvenes en el hogar familiar. Pero muchos estudiantes y muchas parejas jóvenes vivirían independientes si el mercado y las políticas públicas de vivienda les ofrecieran “soluciones habitacionales” adecuadas (fue un error que el país despreciara esta idea cuando se habló de superficies reducidas) y precios acordes a bajos ingresos.

Hay otras variables y otras ventajas en la construcción industrializada que los expertos explicarán mejor, pero sin duda estamos hablando además de un salto gigantesco en materia de sostenibilidad medioambiental. La producción industrializada, en fábrica, de la mayor parte de los componentes de la construcción civil, reduce los enormes impactos ambientales de la construcción en obra. Entre otras muchas razones, porque la propia producción en serie, y en fábrica, está ya sometida a controles de impacto muy severos.

El avance de la sostenibilidad se producirá también en el ámbito financiero porque las exigencias de la taxonomía sostenible en las finanzas se están haciendo cada día más rigurosa en Europa. Bancos y Fondos Financieros miran con lupa el destino de sus préstamos y de sus inversiones y la construcción industrializada les da una garantía medioambiental plena.

A principios de este siglo, el concepto de Responsabilidad Social de las empresas entró con fuerza en España. Fui uno de los promotores de esta otra reconversión. Esta vez, reconversión cultural y conceptual del sentido último de las empresas en nuestra sociedad. Es una renovación también ontológica, que afecta al ser de la empresa, a su función social, a su rol en una sociedad distinta, transformada por múltiples factores ideológicos, sociológicos, económicos, que responden a su vez a los grandes cambios que estamos viviendo en este siglo. Cambios tecnológicos y geopolíticos, cambios culturales y sociales que convierten a las empresas en agentes responsables de sus impactos, de su forma de hacer y de ser ante una sociedad que las mira, que las compara, que las exige y que las valora otorgándoles o negándoles una reputación corporativa, esencial en sus relaciones con los mercados, con los entornos institucionales y con sus analistas financieros. Esencial incluso, en sus relaciones con sus propios accionistas.

Esta renovación cultural y social de las empresas ha venido para quedarse. En los últimos veinte años no ha parado de crecer, de evolucionar, de desarrollar nuevas estructuras de gestión y de investigación. Las exigencias de las Administraciones Públicas han avanzado mucho, especialmente en el ámbito de la información y de la rendición de cuentas (accountability) a la sociedad. Pues bien, quiero creer que la construcción industrializada incorpora a este concepto, a esta cultura de la Responsabilidad Social, a un sector que ha vivido esta evolución, social y cultural, con enorme distancia. Quizás porque su integración en esta línea de comportamiento responsable resultara más difícil o quizá porque se trataba de estructuras empresariales más volátiles, más efímeras. Lo cierto es que el sector de la construcción no es ni pionero ni ejemplar en el área de la Responsabilidad Social, salvando excepciones que seguramente no merecerán esta generalización. Por eso creo que, al hablar de industrializar la Construcción, estamos hablando también de introducir esta cultura y estas exigencias, a las empresas dedicadas a este importante sector y estamos dando por ello un paso significativo en el avance general de la sostenibilidad empresarial.

Soy de los que creen que los tiempos que vienen, en el contexto de las disrupciones ecológica y digital, van a ser muy exigentes en el campo de la sostenibilidad. De hecho, estos conceptos están ya indisolublemente unidos y la competitividad dependerá directamente de la sostenibilidad. Si, como creo y espero, la construcción industrializada nos permite avanzar en esta cultura, ¡Bienvenida sea! Si esta reconversión es, además de una técnica en la forma de construir nuevos edificios y nuestras obras públicas, preámbulo de calidad, de mejora en las condiciones de trabajo, en la lucha contra el cambio climático y en la solución de problemas sociales tan importantes como el de la vivienda, ojalá que la hagamos pronto y bien.

Ramón Jáuregui,
Presidente de la Fundación Euroamérica

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